Pareja amarrada de las manos mutuamente haciendo alusión a la codependencia

Alguien a quien amaba estaba bebiendo mucho, era un alcohólico. No quería parar, había hecho todo lo que estaba a mi alcance para que dejará de beber, nada funcionaba, nada. Hasta que acudí a la experiencia de 4 y 5 Paso del Grupo Luz de Vida pude tener esperanza. 

Después de una ronda más de promesas que se romperían y perdón, di con el plan perfecto para obligarlo a dejar de tomar. Le demostraría como se sentía amar a alguien que usaba sustancias químicas. Simularía que yo había regresado a usar drogas, eso llamaría su atención, le enseñaría cuan dolida estaba.

Con cuidado monte la escena, aunque no había usado drogas en años, coloque a la vista toda una indumentaria del adicto: un paquetito de polvo blanco (use azúcar glas), una cuchara quemada de un lado, una bolita de algodón en la cuchara. Luego me acosté en el sofá para que pareciera que estaba bajo los efectos del narcótico.

Al poco rato la persona a la que intentaba controlar entró al cuarto. Miró alrededor, vio la cuchara, me vio a mí y comenzó a reaccionar. Salte del  sillón y comencé a sermonear:

“Ya ves” grité, “¿Ves cómo se siente amar a alguien y verlo usar drogas?” «¿Ves cómo duele?» «¿Ya ves lo que has estado  haciéndome a mi todos estos años?»

Sin embargo, la reacción de él fue como la de cualquier vecina: “Lo que estás haciendo es una verdadera locura”

Tarde meses en comprender la verdad: no necesitaba demostrar a un alcohólico cuan dolida estaba. Necesitaba tomar conciencia de cuanto dolor padecía. Necesitaba comenzar a cuidarme a mí misma.

Este es solo uno de los muchos incidentes que demuestran los extremos a que estaba dispuesta a llegar por controlar a otros. Era buena para ver los comportamientos malos de otros. Sin embargo, no podía ver los problemas de mi propia vida. Estaba atrapada en mi papel de víctima.  Mi capacidad de percibirme como un ser independiente de los demás, para separar mis asuntos, mi negocio, mis relaciones y responsabilidades era nula. Si alguien necesitaba algo, yo consideraba esa necesidad mi responsabilidad personal y privada, aunque solo estuviera adivinando que necesitaba el otro. Si alguien tenía un sentimiento era mi responsabilidad, analizarlo por él o por ella. Si alguien tenía un problema era mío y lo debía resolver. No sabía decir no. No tenía una vida propia. ¿No se supone que debemos ser perfectos?  ¿No debemos seguir esforzándonos sin importar cuanto duela? ¿No es bueno dar hasta que duela y luego seguir dando hasta que nos doblemos del dolor? ¿Cómo podemos dejar a los demás dirigir su propia vida?  ¿No nos corresponde detenerlos y dirigirlos bien? ¿No es esa la manera correcta, la manera cristiana?  ¡La manera codependiente!

Mujer preocupada por su pareja alcoholica

No era yo misma, era quien los demás quería que fuera. Me sentía demasiado victimizada y agobiada por todo. Después de años de practicar la codependencia, los problemas en mi vida me confundían.

Cuando comencé con las juntas de preparación y fui al retiro en la Hacienda, debía más de 50,000 dólares como resultado de la falta de control en mis asuntos financieros. Podía pedir prestado cualquier cantidad si era para ayudar a otro. ¿Cuántas veces había pedido a Dios que hiciera a otro cambiar? ¿Cuántas veces Dios se había rehusado a hacerlo? Pensé que Dios me había abandonado, no sabía que yo me había abandonado a mí misma, que ahora de adulta nadie me podía abandonar, simplemente podían irse.

Mis relaciones con mis hijos eran un completo caos. No se puede ser una madre afectiva cuando se está envuelta en dolor, negación, sentimientos reprimidos y regularmente se desea la muerte. Mis relaciones con mis amistades eran tensas, tenía poco que ofrecer más allá de quejas constantes acerca de lo insoportable que era mi vida. La mayoría de las relaciones con mis amigas se centraban en historias compartidas de victimización, salpicadas con humor negro para hacerlas soportable: “Adivina quién me utilizo hoy”.

Mi salud no era buena, llevaba años buscando tratamientos médicos para diversos virus inespecíficos. Me había sometido a una histerectomía., padecí meningitis viral, tenía gastritis, me dolía la espalda, cabeza y comenzaba a padecer artritis y tan sólo había cumplido treinta y dos años.

La  codependencia es una fuerza poderosa. También lo son la negación y la capacidad de ignorar lo que está ante nuestros ojos. Y lo que está allí tiene el poder de lastimarnos, sobre todo cuando nos sentimos vulnerables, asustados y avergonzados de todo.

 Fuente: Guía de los Doce pasos para Codependientes, Melody Beattie , editorial Nueva Imagen.

¿Amas a alguien que tiene problemas con su manera de beber? ¿Llegaste hasta aquí por buscar información para ayuarl@? Puede ser tú pareja, algún familiar, un amigo o amiga a quien intentas hacer cambiar, a quien quieres controlar, ¿cuántas veces has intentado y de cuántas maneras de hacerlo consiente del daño que se está provocando con su conducta? ¿Cuánta información has buscado sobe el tema? ¿Cuántos años llevas así?   Tal vez sea tiempo de que voltees a ver tu propia vida y empieces a rescatarte a ti mism@. Empezar a reconocer tu enojo, tu decepción, la tristeza y desesperación que produce tener alguien  así en tu vida. ¿Te atreves?

¡En Grupo 4to y 5to Paso Luz de Vida podemos ayudarte!

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